En el año 2015, época en la cual inicié con Luz Beatriz Vélez, mi mujer, un proyecto hotelero cerca de Bogotá en el municipio de La Vega Cundinamarca, tratamos definir la estética de un lugar que invitaría a la desconexión en plena naturaleza. El primer reto fue conciliar el diseño poco convencional de los Ecolodges que teníamos en mente con las técnicas y materiales locales. En otros términos, buscar cómo convertir unos perfiles metálicos, ángulos, cemento y bloques en algo más interesante que unos cubos con ventanales o un glamping redondo. El resultado se llama los Ecolodge Boutique La Nuit y es un logro cuyo mérito necesito compartir con alguien, José Nicolás Buelvas, el "matemático de los techos"... y su padre.
No logramos convencernos con la practicidad de las tejas industriales y por eso nos dejamos seducir por la belleza de las coberturas naturales con palma. No teníamos idea de la dificultad que representa este tipo de integración. Pero “la ignorancia es atrevida” y como la experiencia lo demostró luego “también es bendecida”.
Fue un salto al vacío que tratamos mitigar buscando a los mejores en el tema. En Colombia son de Córdoba. Su fama no es de hoy y si bien son autodidactas, es un oficio que creció de generación en generación. Así, nos encontramos con la tercera generación de la familia Buelvas en Planeta Rica. En el primer intento, buscamos al señor José de Jesus Buelvas Perez, padre biológico de los que íbamos a conocer luego, pues desafortunadamente había fallecido un poco antes. Eso no permitió conocer a su hijo José Nicolás que junto a su hermano Oscar y un combo de “primos-alumnos”, formaban el asombroso grupo que perpetrába el oficio que su padre les enseñó desde la primera edad.
El encuentro con José Nicolás fue la primera bendición. A él no le costó mucho tiempo visualizar cómo empatar su arte con nuestro diseño. Ahí empezó una complicidad de varios meses y una convivencia que dejó muchas anécdotas dignas del realismo mágico colombiano. La que escogí relatar ahora nos dice mucho de un concepto nacional tan común como malentendido, la malicia indígena. Lo primero que viene a la mente a la mayoría cuando se escucha esas palabras es una forma de viveza no siempre bien intencionada. Una interpretación que no refleja mi experiencia con los Buelvas y que seguramente es el resultado de una inflación semántica que me propongo restaurar ahora.
Sin el padre de José Nicolás Buelvas, me hubiera perdido del hecho que la malicia indígena es en realidad una forma de inteligencia que escapa a toda lógica tradicional. De hecho, la encontramos en personas que no siempre tuvieron acceso a mucha educación académica como era el caso del José de Jesús Buelvas. Por lo que me contó su hijo que en este entonces terminaba un postgrado en matemática en Bogotá, José Jesús, este hombre sencillo que pasó más tiempo en las alturas de sus quioscos que en las bancas de la escuela, se convirtió en la referencia para el diseño de techos de palma en Colombia.
Recordando con orgullo este padre, José Nicolás me contó de un día en que este le pidió calcular la cantidad de madera para una maloca tradicional con techo en punta. Este tipo de estructura está hecha con alfardas dispuestas en estrella que se juntan en el punto más alto. Para reforzarlas, las alfardas se completan con anillos de madera puestos a distintas alturas de arriba hacia abajo.
En eso andaba José, calculando los metros lineales de aquellos anillos de madera, cuando su padre mirando por encima de su hombro le comentó con el mejor acento costeño: “no te complique’ hijo, toma el diámetro y multiplícalo por maomeno 3,15”…!!! Traten imaginar la estupefacción de nuestro futuro matemático al oír su padre enseñándole ni más ni menos que "π". Este padre mágico tampoco pudo explicar cómo había llegado a eso: “así es, no te preocupe, a mi me funciona”. Investigando por mi lado, me enteré que las matemáticas se refieren a "π" cómo un número irracional. Qué mejor homenaje que la poesía de esa irracionalidad sin ecuaciones ni algoritmos que salió de la mente de un artesano planeta rricense!
Desafortunadamente no conocí a José de Jesus Buelvas pero todo lo que escuché de él, indicaba un hombre poco común que, sólo, encontró cómo expandir su imaginación en un sin número de obras sin placas ni menciones. Así que viajando por Colombia, la próxima vez que pasen al lado de una de sus creaciones, dediquen un pensamiento a este Arquímedes Cordobés que desde arriba, seguramente estará contemplando en primera fila, el fruto de su bella malicia indígena.
Guy Mijola
@lanuitencolombie
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